Hoy es un día muy especial para mí. Es mi cumpleaños.
Pero resulta que es así de especial no por cumplir X años sino porque tal día como hoy yo llegué al mundo, yo nací, yo empecé a formar parte de la experiencia terrenal. Tal día como hoy Yo empecé a existir. Eso podría ser un motivo de celebración, pero al final se acabaría convirtiendo en más de lo mismo. En mi opinión el verdadero sentido y trascendencia estaría no en celebrar la edad biológica sino LA MADUREZ.
Pero claro…. ¿Cómo hacerlo, como podría celebrarse la madurez de alguien?
Lo primero de todo que me viene a la cabeza es que… si celebrásemos la madurez de las personas sería muchísimas veces menos a lo largo de la vida, con el consiguiente ahorro de fiestas de cumpleaños y regalos. Seguro que esta idea empieza a sonar bastante atractiva a mucha gente.
Bromas aparte…. ¿Cómo se puede saber cuando alguien ha madurado? Eso es como cuando los ratones se preguntaron – ¿Quién le pone el cascabel al gato?–
Echemos un poquito de imaginación. Me imagino una sociedad en donde la gente más sabia, los reconocidos como maestros, los que tienen la conciencia más elevada, son los que podrían determinar los criterios que desde fuera se apreciarían a la hora de alcanzar un determinado grado de madurez. Dichos criterios no estarían basados ni en hechos, ni en conocimientos, sino en conceptos mucho más densos y profundos como la sabiduría, la felicidad expresada o el crecimiento espiritual; ideas que representarían los pilares de la existencia humana.
Y puesto que estaríamos hablando de observaciones exteriores, tendría siempre mucho más sentido que fueran los propios sabios o maestros los que decidiesen, o mejor dicho, sugiriesen cúando la persona está preparada para entrar en una nueva etapa de madurez. Creo que este modelo tendría sentido para una media docena de celebraciones en la vida de las personas y sólo en el caso de que luciésemos un estado de conciencia mucho más alto que ahora. De lo contrario acabaría por someterse al capricho de unos pocos.
Que lo madures….
